La técnica de Hitler en sus discursos
En la década de 1920, mientras que la mayoría de políticos de derecha hablaban en un estilo que era rimbombante y pomposo, plano y aburrido, o áspero y brutal, Hitler siguió el modelo de los oradores socialdemócratas o el de los agitadores de izquierda, de quien más tarde afirmó haber aprendido de ellos en Viena.
Se ganó gran parte de su éxito como orador diciendo a su público lo que querían oír. Utilizó un lenguaje sencillo y directo que la gente común entendía, con frases cortas, potente, emotivo y lleno de consignas.
Para captar la atención del público, iniciaba su discurso hablando en voz baja, poco a poco su voz adquiría profundidad, levantaría el tono de la voz, en un crescendo hasta gritar en el final, todo acompañado por cuidadosamente ensayados gestos dramáticos, magnéticos; mientras manejaba a su público llevándolo hacia un paroxismo frenético de enaltecimiento del mensaje. Todo muy teatral.
Todo lo que decía era absoluto, irrevocable, visceral, sin un atisbo de duda. Parecía, como cuentan muchos que escucharon sus primeros discursos, hablar directamente desde lo más hondo, expresando sus más profundos miedos y deseos. Cada vez más, aumentaba la confianza en sí mismo, una creencia en el triunfo final de su lucha, hasta con un sentimiento de que todo era fruto del destino y que ese era el único camino.
Adolf Hitler, en estas fotos tomadas por su fotógrafo personal, ensaya gestos destinados a parecer espontáneos mientras se escucha una grabación de uno de sus discursos. En 1927, cuando Heinrich Hoffman tomó estas fotos, Adolf Hitler ya era millonario, gracias a su libro Mein Kampf.
Hitler cultivó cuidadosamente su imagen como líder del partido y de Alemania, utilizando el valor propagandístico de las fotografías. Hoffman, un buen amigo de Hitler y su fotógrafo exclusivo, tituló las imágenes: "Adolf Hitler ensaya gestos supuestamente espontáneos mientras se escucha una grabación de uno de sus discursos anteriores". Las fotos podían acabar con el mito de las habilidades naturales para la oratoria de Hitler por lo que ordenó a Hoffman que destruyera los negativos.
Hoffman no lo hizo y fueron publicados en las memorias de Hoffmann "Hitler fue mi amigo" (1955). Hoffmann fue quien presentó a Hitler a su entonces asistente de estudio, Eva Braun.
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