domingo, 13 de diciembre de 2015

ia/recon

Jesse James Garrett
(contact)
Traslación al español de Horacio Salazar
horacio@daniloblack.com
  1. La disciplina y el rol
  2. Costumbres tribales
  3. Con ropa de laboratorio
  4. Luego ocurre un milagro
  5. El arquitecto de mañana
  6. Secretos y mensajes

Parte 1 de 6: La disciplina y el rol

Existe una disciplina conocida como arquitectura de información, y existe un rol, el del arquitecto de información. Se han desarrollado más o menos de la mano, y hasta ahora cualquier discusión sobre la una ha implicado discutir al otro. Pero quizás eso tenga que cambiar.
Nunca hay un momento apropiado para el declive económico, pero para la comunidad de arquitectura de información, la inflexión reciente ha sido particularmente inoportuna. Justo cuando empezábamos a avanzar en la defensa del valor de nuestra contribución al proceso de 'diseño Web', las presiones económicas nos están obligando a auto-evangelizarnos con todavía más vigor, conforme enfrentamos un mayor escepticismo de clientes presionados por las circunstancias económicas y fatigados por cinco años de los discursos de venta de aceite de víbora que fueron las dot com.
En la cúspide de la Nueva Economía, algunos de nosotros incluso dimos vueltas a la noción de que nuestro trabajo sería reconocido en la comunidad de negocios como algo tan esencial para el éxito de cualquier empresa que la responsabilidad por estas cuestiones inevitablemente residiría en el nivel superior de la organización (el fabuloso e ilusorio 'CXO': Chief eXperience Officer). Hoy, con la llegada del declive, tanto la disciplina como el rol se sienten como amenazados por la extinción.
Nuestra respuesta ha sido cerrar filas y tratar de formular un discurso de venta y una racionalización de negocios para nuestro trabajo. Pero no estamos realmente seguros de lo que vendemos. ¿Estamos vendiendo la idea de la arquitectura de información, o la idea del arquitecto de información? Fuera de esta confusión, nos hemos visto envueltos en un interminable estira y afloja respecto a cómo definimos la disciplina y el rol.
Una escuela de pensamiento trata de definir la disciplina sobre la base del rol. El pensamiento parece ser: "Soy un arquitecto de información; por lo tanto, lo que hago es arquitectura de información."
Las definiciones basadas en el rol tienden a derivar naturalmente hacia la amplitud. Como las responsabilidades que corresponden al rol varían tanto de una organización a otra, la definición del rol (y por tanto de la disciplina) se hace cada vez más grande. Esta formulación conduce a la llamada 'gran AI' -- una definición que comprende un amplio rango de responsabilidades que incluyen estrategia de negocios, diseño de la información, investigación de usuarios, diseño de la interacción, recopilación de requerimientos... la lista parece interminable.
El acercamiento contrario consiste en definir el rol sobre la base de la disciplina. Sea cual sea el campo de la arquitectura de información, un arquitecto de información es la persona que se especializa en este campo.
Estas definiciones tienden a derivar naturalmente hacia la estrechez. A fin de hablar con sentido sobre los problemas de la arquitectura de información y sus soluciones, debemos definir el alcance de estos problemas de maneras muy concretas.
El resultado de esto es la 'pequeña AI' -- estrechamente enfocada en la organización y estructuración de espacios informativos. Pero cuando esta definición (configurada para la disciplina) se aplica al rol, crea en algunos el temor de quedar 'encajonados', atrapados en un rol tan estrechamente definido que muchos de los elementos esenciales para el éxito de cualquier arquitectura dada queden fuera del control de la influencia del arquitecto.
La expansión del rol del arquitecto de información bien podría trabajar en beneficio del individuo que cumple dicho rol (aunque quizás menos desde el inicio del declive), pero casi con certeza está trabajando en detrimento de la disciplina como un todo. Citando la naturaleza holística del trabajo de la arquitectura de información, algunas personas claramente no quedarán satisfechas hasta que tengan control directo sobre todo aspecto del negocio que pueda afectar a la arquitectura. Este modo de pensar adolece del peor tipo de arrogancia, y mina cualquier esfuerzo por convencer a los negocios del valor de la disciplina. Entre más poder quiera uno demandar, más difícil es convencer a otros de que te permitan tenerlo.
Se ha vuelto difícil para muchos en la comunidad implicarse en esta discusión de manera desapasionada. Cualquier propuesta sobre definir el rol inevitablemente amenaza el sentido de identidad de alguien --si el rol termina siendo definido de un modo que difiere de mi descripción de plaza, ¿significa esto que ya no soy un AI? O peor: ¿significa que soy un farsante?
El resultado es que caminamos en círculos, y la definición de la disciplina que tiene una persona choca con la definición que tiene otra persona del rol, y a la inversa. No estamos llegando a ninguna parte con ninguna de las definiciones.
Cualquier definición lo bastante amplia como para abarcar al rol es demasiado ancha como para alentar una discusión útil de la disciplina; cualquier definición lo bastante estrecha para la disciplina es demasiado angosta para el rol. Parecemos estar en un punto muerto. Basar cualquier definición en la otra significa que una será insuficiente. Tratar de formular ambas a la vez no está funcionando, produciendo el clásico problema del huevo y la gallina.
La única solución consiste en desacoplar por completo la definición de la disciplina de la definición del rol. Por poco intuitivo que esto parezca, es perfectamente razonable, y no carece de precedentes en otros campos. Por ejemplo, el conductor de una orquesta tiene una amplia gama de responsabilidades creativas y administrativas; 'conducir', si bien es ciertamente parte de su trabajo, no se acerca siquiera a empezar a captar la gama completa de sus deberes.
Enfrentamos un imponente muro de retos creativos reales, pero en vez de enfrentarlos nos perseguimos la cola por meses, tratando de definir términos básicos. Definir la disciplina en términos cada vez más amplios no hace progresar nuestra comprensión de esos retos. Elegir una definición limitada para la disciplina nos permite describir un conjunto particular de problemas con precisión. Y tal precisión en la expresión es un requisito absoluto para que cualquier disciplina progrese.
Por su parte, el rol se cuidará solo. Las organizaciones seguirán haciendo lo que siempre han hecho, definiendo roles conforme los necesiten y asignando recursos ahí donde produzcan resultados.
Hay otra razón más práctica para divorciar la discusión sobre la disciplina de la discusión sobre el rol. Bien pudiera ser que, a fin de conservar la idea de la disciplina de la arquitectura de información, debamos abandonar la idea del rol del arquitecto de información.

Parte 2 de 6: Costumbres tribales

La arquitectura de información abarca un amplio rango de problemas. Pero sin importar el contexto o los objetivos específicos de un proyecto de arquitectura de información dado, nuestra preocupación siempre tiene qué ver con la creación de estructuras para facilitar una comunicación efectiva. Esta noción es el núcleo de nuestra disciplina.
Mis antecedentes residen en lo que nuestra industria llama "desarrollo de contenido", un área conocida para el resto del mundo como "escribir y editar". Por alguna razón, no muchos de nosotros hemos hecho la transición de ese mundo al mundo de la AI, y a menudo descubro que tengo que explicar la conexión.
A lo largo de la historia humana, la gente más preocupada con la comunicación efectiva ha sido la gente que trabaja con el idioma. Antes del hipertexto, antes del texto llano mismo, el lenguaje es la herramienta original para ""arquitecturar" la información.
Cuando la mayoría de las personas piensa en el trabajo de un editor, creo que se imaginan a alguien enconchado sobre un escritorio, con una pluma roja en la mano, marcando una columna interminable de texto, limpiando infinitivos y arreglando participios y cosas así. Pero el rol editorial y la disciplina editorial son dos cosas muy distintas. Si bien hay definitivamente algunas personas que se especializan en esta suerte de trabajo, usualmente hay mucho más implicado en ser un editor.
En el sentido más amplio, el trabajo de un editor es ayudar a los escritores a lograr que sus escritos sean más efectivos. Esto implica gramática y puntuación y selección de palabras, sí, pero una enorme parte del trabajo de cualquier editor tiene que ver con la creación de estructuras efectivas. Un editor puede ser responsable de estructuras en muchas escalas, desde la enciclopedia hasta el libro de texto, hasta el artículo, hasta el párrafo o hasta la oración.
Como el editor, el arquitecto de información se ocupa más fundamentalmente de crear estructuras de información. Pero la disciplina de la arquitectura de información ve esta responsabilidad bajo una luz muy diferente. En el mundo de la arquitectura de información, todos los retos estructurales son variantes del mismo problema: el problema de la recuperación de información.
La disciplina editorial tiene que luchar también con problemas de recuperación de información. Muchas publicaciones están estructuradas para facilitar la recuperación de información: los directorios telefónicos, los diccionarios, los atlas. Sin embargo, estas publicaciones son sólo una fracción del volumen incalculable de material que se publica cada año.
Todas las demás publicaciones (las que no son diccionarios o atlas) también tienen estructuras. Pero esas estructuras pueden no reflejar los esquemas de clasificación ordenada que uno espera de una obra de referencia. Los escritores y editores usan estructura para lograr varias metas. Algunas estructuras buscan enseñar; otras, informar; otras más, persuadir.
Yo pienso que la arquitectura de información también puede atacar este más amplio conjunto de problemas, y que este potencial ya está latente en la disciplina tal y como se practica hoy día. Creo que el campo de la arquitectura de información eventualmente llegará más allá de la esfera de la recuperación de información. Pero nuestro acercamiento actual no será suficiente para llevar la arquitectura de información a su potencial pleno.
Si uno le pregunta al editor de una revista o un periódico si la estructura de su producto fue probada con lectores antes de su publicación, seguramente se reiría. Para el editor, desarrollar estructuras efectivas es cuestión de ejercer su juicio profesional: un juicio afinado por años de prueba y error y por duramente ganada experiencia en el oficio.
Para él, la prueba de su efectividad en la disciplina es su capacidad de ejercer dicho juicio. Para él, la idea de abandonar ese juicio profesional y reformular su papel como un conducto a través del cual los hallazgos de investigación se convierten en estructuras sería simplemente absurdo.
¿Y sabe qué? Tiene razón.

Parte 3 de 6: Con ropa de laboratorio

En las mentes de muchos fuera de nuestra disciplina, la 'arquitectura de información' se ha vuelto sinónimo de 'usabilidad'. Es fácil comprender por qué los practicantes de una disciplina tan nueva como la nuestra pueden querer alinearse a una disciplina ya establecida que ha hecho algunos progresos en la fijación de credibilidad. Pero al fusionar la arquitectura de información con la investigación, corremos el riesgo de corromper nuestro proceso y de minar la propia credibilidad a la que aspiramos.
La moda actual en pensar sobre la arquitectura de información es que la única arquitectura buena es la que se ha construido sobre un cimiento de investigación con usuarios anterior al diseño, y que se ha validado con una ronda subsecuente de pruebas con usuarios. Pero la integración de arquitectura con investigación --y la conclusión de que la una no puede existir sin la otra-- es un engañoso exceso de simplificación.
En el mejor de los casos, estamos simplemente engañando a nuestros clientes. En el peor, también nos engañamos a nosotros mismos.
Incrustar nuestras decisiones de arquitectura en una investigación tiene el efecto de hacerla 'a prueba de balas'. Es mucho más fácil defender la ciencia que defender una opinión, aunque se trate de una opinión informada por la experiencia y el juicio profesional. Pero lo que está ocurriendo aquí en realidad no tiene nada de ciencia: es pseudociencia. Vestir nuestras opiniones en los atributos de la investigación no las hace científicas, así como vestir bata de laboratorio no nos convierte en científicos.
La investigación beneficia a la arquitectura más cuando busca definir el problema que debemos resolver. La investigación beneficia a la arquitectura menos --y puede hasta producir malos resultados-- cuando busca definir la propia solución.
No siempre es fácil decir si un estudio de investigación define un problema o define una solución. Durante el proceso de investigación, los intentos bien intencionados por articular el problema pueden convertirse en sugerencias de solución --especialmente cuando la persona que realiza la investigación también es responsable de crear la solución.
La estructura de un estudio de investigación puede en sí implicar cierta solución. Similarmente, el proceso de analizar datos de investigación para producir hallazgos puede introducir sesgos y asunciones que dicten una solución dada. Y como estos estudios se realizan sin el juicio de los pares, nunca salen a relucir los métodos descompuestos y los hallazgos sesgados.
Aún peor que un estudio de investigación que sugiera implícitamente una solución es un estudio explícitamente diseñado para proporcionar una. "Los usuarios nos han dicho cómo organizar la información: ¡ahora impleméntala!"
La investigación puede ser extremadamente útil en casos en los que las metas de los usuarios se puedan identificar y medir con claridad. La recuperación de información es un área donde ocurre esto; el comercio electrónico es otra. Pero la investigación está mal equipada para dar cuenta de las metas fuera de estos limitados dominios.
Incluso el estudio de investigación mejor diseñado no puede reemplazar a un arquitecto diestro. Todo el propósito de una arquitectura derivada de una investigación es que nada sorprenda jamás al usuario. La investigación es perfecta para crear arquitecturas en las que todo es predecible y familiar. En ciertos casos, como en la recuperación de información y en el comercio electrónico, eso es exactamente lo que deseamos.
Pero en muchos casos, la arquitectura debe adaptarse a una audiencia que no está familiarizada con el asunto en cuestión. Y a veces, como cuando la meta de la arquitectura es educar o persuadir a su audiencia, el elemento de sorpresa puede ser una de las herramientas más efectivas del arquitecto. Pero una arquitectura derivada directamente de la investigación garantiza que dichas sorpresas jamás ocurrirán.
Más todavía, quizás nunca podamos descubrir estos nuevos acercamientos arquitectónicos si nos basamos demasiado fuertemente en las pruebas de usuario como el medio primario para validar nuestro trabajo.
Cuando estaba en la secundaria, tomé un curso que ostensiblemente tenía que ver con habilidades de lenguaje y vocabulario. El primer día de clases, descubrí que la clase tenía que ver más bien con cómo ganarle a la SAT [Prueba de Aptitud Académica], la prueba estandarizada que constituye una de las claves para poder entrar a la universidad.
No aprendimos principios generales para mejorar nuestro uso del lenguaje, o nuestro dominio del vocabulario. Lo que sí aprendimos, y lo que practicamos repetidas veces, fue cómo funcionan las pruebas de la SAT, cómo se formulan las preguntas y cómo conjeturar con efectividad cuando no supiéramos la respuesta. Pero ganarle a la prueba no es lo mismo que conocer el material.
Pasa lo mismo con la usabilidad. Cuando definimos que la prueba es el determinante final de éxito o fracaso, alentamos la especialización en el arte de ganarle a la prueba. La ley no escrita de la usabilidad es que la aproximación más eficiente es la mejor. Pero de nuevo: fuera del área limitada en que las tareas del usuario se pueden identificar con facilidad y las metas se pueden reconocer con rapidez, la eficiencia no es necesariamente un bien universal. Las pruebas no pueden dar cuenta de todas las metas posibles de un arquitecto o de sus usuarios.
Si nuestra disciplina sigue desarrollándose por su curso actual, habremos desarrollado todo un cuerpo de conocimiento sobre la arquitectura de información que es poco más que un conjunto de tips y trucos para ganarle a la prueba. Mientras tanto, los problemas creativos reales inherentes a nuestro trabajo seguirán tan mal comprendidos como lo están hoy.

Parte 4 de 6: Luego ocurre un milagro

Hay un cierto tipo de mensaje comúnmente visto en las listas de correo que se dedican a la arquitectura de información. Dice algo así como:
"Necesito ayuda. Propuse una solución que todos los de la lista coinciden en que es totalmente sensata. Pero alguien de mi organización prefiere otra solución, y todos en la lista coinciden en que es absolutamente inviable. ¿Conoce alguien alguna investigación que demuestre que estoy en lo correcto?"
Aquí el verdadero problema no es falta de datos: es falta de credibilidad. La humillación del arquitecto de información es continua. Primero tenemos que explicar lo que hacemos. Luego tenemos que explicar por qué es importante. Luego, una vez que entienden esa parte, nuestros clientes deciden que ellos también pueden hacerlo. Después de todo, nada que tenga tan profunda importancia estratégica debe ser dejado en manos de alguien que no sea un ejecutivo, ¿verdad?
En nuestro esfuerzo por salvar la brecha de credibilidad, nos hemos vuelto hacia la investigación para que respalde nuestras recomendaciones. Nuestra impaciencia con nuestra propia capacidad para desarrollar un sentido de lo que funciona mejor en el nuevo medio -- combinada con nuestra necesidad de persuadir a quienes no comprenden nuestro campo -- nos ha conducido a una sobredependencia respecto a la investigación, para que ésta nos diga qué pensar.
La efectividad percibida de este acercamiento nos ha llevado a tratar de 'cientifizar' el resto de lo que hacemos, destilando la arquitectura de información a una simple fórmula, un proceso paso a paso, un conjunto de reglas. Se han hecho muchos intentos por codificar un proceso de arquitectura de información. La expectativa parecer ser que de alguna manera podamos llegar a una aproximación estándar a la que se alimenten datos de información en un extremo, de suerte que la arquitectura ideal salga por el otro.
Pero todo intento de articular una metodología para la arquitectura de información se ve igual: grandes volúmenes de información sobre métodos preliminares de investigación sobre usuarios, seguidos por exhaustivos catálogos de técnicas de pruebas de usabilidad. Pero un momento: ¿acaso no falta algo aquí? ¿Cuándo es que realmente ocurre el trabajo de arquitectura?
Todo este asunto más bien nos recuerda un famoso cartón de Sydney Harris, en el que un científico está evaluando el trabajo de otro en un pizarrón. Señala a parte de la ecuación y dice: "Creo que deberías ser más explícito en el paso dos". La parte problemática de la ecuación es donde las matemáticas ceden el paso a una frase que dice: "Entonces ocurre un milagro..."
En el caso de la AI, el "milagro" es la creación de la arquitectura misma. Hay un creciente cuerpo de conocimiento sobre la investigación que nos puede informar este proceso creativo; similarmente, hay un conjunto establecido de métodos para evaluar los resultados de este proceso. Pero el proceso mismo --el núcleo de nuestro trabajo-- sigue siendo un misterio, un tremendo agujero en nuestra comprensión de la disciplina de la arquitectura de información.
Pasamos todo nuestro tiempo hablando sobre todo excepto la parte más importante de lo que hacemos. Irónicamente, nuestro énfasis en métodos de investigación, que busca mejorar nuestra credibilidad, sólo la deteriora. La impresión que creamos es la de que cualquier persona armada con los "Siete pasos a una AI exitosa" puede hacer nuestro trabajo. No es de extrañar que sintamos que nuestro rol está en peligro.
Cualquier método que no se aproxime al proceso creativo está lamentablemente incompleto. Más aún, si seguimos defendiendo cualquier acercamiento que se base en amplias investigaciones como la Única Metodología Verdadera, corremos el riesgo de alienar y excluir a las personas precisas cuya participación necesitamos para asegurar el crecimiento de la disciplina.

Parte 5 de 6: El arquitecto del mañana

La especialización, se ha dicho, es cosa de insectos.
Pero fue la especialización la que en realidad ayudó a la disciplina de la arquitectura de información a consolidarse en los primeros días de la Web. E incluso ahora, son los especialistas los que mantienen viva a la disciplina frente a la liquidación industrial del personal de desarrollo Web extra que contrató durante los días del boom de la Nueva Economía.
Todos los campos padecen inversiones como la actual. El reto para los practicantes es evitar estrategias que cumplan necesidades de corto plazo a expensas del crecimiento a largo plazo del campo.
Nuestra respuesta a las condiciones económicas actuales ha sido clavarnos en nuestros talones, insistiendo en la importancia estratégica de los especialistas en AI para los negocios. Este acercamiento bien podría conservar a algunos de nosotros en sus posiciones de especialistas un poco más. Pero acentuar la especialización puede carcomer el progreso de la disciplina, y mermar cualquier ímpetu que quede de la fiebre del oro.
Aunque el mercado para la disciplina seguirá creciendo en los años por venir, el mercado para el rol (especializado) siempre seguirá siendo sólo una pequeña rebanada de aquel mercado mayor.
Los especialistas siempre tendrán una parte qué desempeñar. Algunas organizaciones tienen tanto trabajo en marcha que tener un arquitecto de información doméstico será crítico para su éxito. Algunas organizaciones que usualmente no necesitan recursos de AI dedicados a veces tendrán proyectos lo bastante grandes o lo bastante importantes como para requerir la consultoría de un especialista en AI. Las organizaciones cuyos sitios Web les ayudan a hacer dinero (más que a ahorrarlo) verán fácilmente el valor que tiene el desarrollar expertise en AI.
Pero la mayor parte de la gente que hace AI nunca podrá concentrarse en ella exclusivamente. La mayoría de las organizaciones nunca tendrá el volumen de trabajo suficiente para justificar la contratación de un AI doméstico dedicado. Para la vasta mayoría de las organizaciones, el trabajo de Web siempre será un centro de costo, no un centro de utilidades. Como resultado, la mayoría de los equipos tendrán siempre déficit de capacitación, déficit de personal, y restricciones presupuestarias.
Si tenemos mucha suerte, la responsabilidad por la arquitectura de información se asignará a alguien de esos equipos. Estas personas pueden tener títulos de 'diseñador Web' o 'editor de contenido' o 'administrador de proyecto'. Para todos ellos, la experiencia del usuario es sólo uno de muchos asuntos que deben tratar. Y el trabajo que hacen constituirá la vasta mayoría de la AI en la Web.
El futuro de la arquitectura de información está en sus manos, no en las nuestras.
El progreso de la disciplina depende del desarrollo y la iteración de un cuerpo de conocimiento. Este cuerpo de conocimiento, a su vez, sólo puede producirse mediante la consideración deliberada de una amplia gama de problemas arquitectónicos y sus soluciones potenciales. Lo que necesitamos por encima de todo son buenos casos de prueba, y las percepciones que nacen de atacarlos directamente.
Pero como especialistas, tenemos recursos limitados para una empresa así. ¿Cuántos proyectos puede acometer en un año un solo especialista? Ciertamente no más de una docena, y en la mayoría de los casos probablemente muchos menos. Mientras tanto, por cada especialista muchos más no-especialistas andan por ahí afuera trabajando aislados, repitiendo los errores de otros, y sin compartir lo que aprenden con nadie.
A fin de que la disciplina progrese, necesitamos abrir el diálogo para incluir a estos no-especialistas, para permitirles que contribuyan al desarrollo de nuestro cuerpo de conocimiento. Pero esto, a su vez, requiere que admitamos que la disciplina y el rol estén separados, y que la disciplina pueda ser practicada por quienes ocupan una amplia variedad de roles.
Además, debemos hacer lo que podamos por apoyar a los no-especialistas en el trabajo de AI que realizan. Las metodologías de investigación amplia no les ayudarán, porque no tienen ni los recursos ni el soporte para implementar estos acercamientos. E incluso si los tuvieran, dominar la invetigación y las pruebas no harán de un mal arquitecto un arquitecto bueno. Se requiere algo más.

Parte 6 de 6: Secretos y mensajes

A menudo me han preguntado el secreto de mi éxito como arquitecto de información. Aquí revelaré por primera vez dicho secreto.
Tengo corazonadas.
Claro que no basta con tener corazonadas. Tienen que ser buenas corazonadas. Mis corazonadas tienen que ser mejores que las corazonadas de mis clientes: por esa razón me contratan.
Yo le atribuyó la calidad de mis conjeturas a mi formación en periodismo. Pero no estoy sugiriendo que todo arquitecto de información asista a la escuela de periodismo, o que cubra un internado en el diario local. Lo que se necesita es un nuevo acercamiento, que no esté ligado a ninguna disciplina antigua.
Todo mundo busca la fórmula secreta que elimine la conjetura de la arquitectura de información. Pero las conjeturas son una parte inevitable de nuestro trabajo. Y lo que es más importante, es la calidad de las conjeturas lo que distingue a un arquitecto bueno de uno malo
Esto no significa que no haya lugar para la investigación en el proceso de arquitectura de información. La investigación puede ayudarnos a mejorar nuestras corazonadas. Pero la investigación debe informar a nuestro juicio profesional, no reemplazarlo.
La metodología de investigación perfecta, arraigada en principios científicos autorizados de estudios etnográficos, pesquisas contextuales y pruebas de factores humanos, no le hará el menor bien a las legiones de no-especialistas que estarán resolviendo la mayoría de los problemas de arquitectura de información. Lo que esta gente necesita más que todo son herramientas y técnicas para ayudarles a mejorar la calidad de sus conjeturas: para ayudarles a tener mejores corazonadas.
Los practicantes de la AI provienen de una muy diversa gama de antecedentes, y traen consigo una amplia gama de experiencias para enfrentar los problemas de arquitectura. Pero pese a todas nuestras diferencias, hay algo en lo que podemos estar de acuerdo: el mundo necesita mejores arquitecturas.
Los datos de investigación y las metodologías formalizadas no garantizan mejores arquitecturas. Los mejores arquitectos garantizan mejores arquitecturas. Pero nada de lo que estamos haciendo ahora conducirá a una generación de mejores arquitectos.
Si seguimos trabajando desde una definición de la arquitectura de información que requiere la ejecución por un especialista, la disciplina se estancará y morirá. Actualmente, estamos construyendo un cuerpo de conocimiento cuyos requerimientos básicos -- un especialista dedicado, mucho tiempo y dinero dedicados a la investigación -- excluyen en automático a la vasta mayoría de casos del mundo real. Este acercamiento condenará a los especialistas a una irrelevancia creciente, conforme nos desconectemos más y más del modo en que ocurre la arquitectura real.
Como el editor de revistas, el arquitecto de mañana no dispone del lujo de semanas y semanas para diseñar y probar iterativamente una solución. Necesita resultados inmediatos. Necesita mejores corazonadas. Nosotros, como una comunidad con un interés vital en mantener viva la disciplina, deberíamos estar ayudándoles a desarrollar las habilidades que les darán esas mejores corazonadas. Herramientas para pensar, no fórmulas secretas. Habilidades, no reglas.
Para crear reglas que puedan aplicarse ampliamente, debemos desarrollar una más profunda comprensión del pensamiento creativo implicado en nuestro trabajo. Luego, habiendo proporcionado esas herramientas, debemos también proporcionar medios para que los no-especialistas se unan a nuestras filas -- de nuevo, acentuando las habilidades demostradas por encima del mero conocimiento de métodos. Estas personas serán la fuente más fértil de nuevas ideas en nuestro campo, y debemos cultivar su participación.
Los negocios -- los tomadores de decisiones por cuyo consentimiento nuestra disciplina se practica -- han salido tropezando de la montaña rusa de la Nueva Economía y se sienten un poco mareados. Demasiada gente les ofreció aceite de víbora como tónico curativo.
Esto nos presenta una oportunidad única. Las opciones que elijamos ahora conformarán la percepción de nuestro campo y las direcciones que tendremos disponibles en el futuro.
El mensaje correcto, el que sea honesto y persuasivo, nos traerá la credibilidad que buscamos y el respeto que merecemos. El mensaje equivocado -- el que acentúa la pseudociencia por encima del juicio profesional aplicado, o el que quiere decirles a los ejecutivos cómo manejar sus compañías -- sólo nos conducirá a una continua frustración.
El mensaje que deberíamos estar enviando es el siguiente:
La arquitectura de información es una disciplina que puede ser practicada por personas que cumplen una amplia gama de roles. Pueden diseñarse arquitecturas para lograr una amplia variedad de metas, no sólo la recuperación de información. El factor individual más importante en el éxito de una arquitectura es la destreza de su creador. Esta destreza se aplica a través de una combinación de juicio profesional experimentado, de la consideración juiciosa de los hallazgos de investigación y de una creatividad disciplinada. Esta destreza puede ser desarrollada y aplicada por igual por especialistas y no-especialistas.
Sólo siendo honestos con nosotros mismos acerca de lo que nos hace valiosos podremos convencer a otros de ese valor. Sólo siendo generosos con nuestro conocimiento podremos cosechar todos sus beneficios. Y sólo creando una cultura en la que estos principios sean plenamente asimilados podemos alentar el crecimiento de nuestro campo y asegurar la continuación de nuestro éxito.

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