sábado, 26 de diciembre de 2015

PROPAGANDA: DEFINICIÓN DEL ENEMIGO: LOS EXCLUIDOS

  • Fotografía
“Me convertí en nacionalsocialista porque me motivó la idea de la Comunidad Nacional. Lo que nunca había imaginado es la cantidad de alemanes que no eran considerados dignos de pertenecer a esta comunidad.”
-Memorias de posguerra de una mujer alemana que participó activamente en los programas de la juventud nazi

Un factor esencial en la creación de un grupo cohesivo es definir quién estará excluido del grupo. Los propagandistas nazis colaboraron con las políticas del régimen identificando públicamente a los grupos que había que excluir, incitando el odio o cultivando la indiferencia, y justificando la condición de parias de estos grupos ante la población. La propaganda nazi desempeñó un papel crucial en vender el mito de la “Comunidad Nacional” a los alemanes que anhelaban la unidad, la grandeza y el orgullo nacional, y la ruptura de la estratificación social rígida del pasado. Pero un aspecto secundario y más siniestro del mito nazi era que no todos los alemanes eran bienvenidos en la nueva comunidad. La propaganda ayudó a definir quién estaría excluido de la nueva sociedad y justificó las medidas tomadas contra los marginados: judíos, sintis y romaníes (gitanos), homosexuales, disidentes políticos y alemanes considerados genéticamente inferiores y peligrosos para la “salud nacional” (personas con enfermedades mentales y discapacidades físicas o intelectuales, epilépticos, personas sordas o ciegas de nacimiento, alcohólicos crónicos, drogadictos y otros).
Propaganda antisemita
Aprovechando las imágenes y los estereotipos preexistentes, los propagandistas nazis describían a los judíos como una “raza extranjera” que se alimentaba de la nación receptora, corrompía su cultura, aprovechaba su economía y esclavizaba a sus trabajadores y granjeros. Esta odiosa descripción, si bien no era nueva ni exclusiva del Partido Nazi, se convirtió en una imagen respaldada por el Estado. Cuando el régimen nazi tomó el control de la prensa y las editoriales después de 1933, los propagandistas adaptaron los mensajes a diversas audiencias, incluyendo a los alemanes que no eran nazis y que no leían los periódicos del partido. Las exhibiciones públicas de antisemitismo en la Alemania nazi adoptaron diversas formas, desde letreros y periódicos, hasta discursos en la radio y filmaciones. Los propagandistas ofrecían un lenguaje antisemita más sutil a los alemanes educados de clase media ofendidos por las caricaturas groseras. Los profesores universitarios y los líderes religiosos daban respetabilidad a los temas antisemitas incorporándolos en sus conferencias y sermones en la iglesia.
Otros marginados
Los judíos no eran el único grupo excluido de la visión de la “Comunidad Nacional”. La propaganda ayudó a definir quién estaría excluido de la nueva sociedad y justificó las medidas tomadas contra los marginados: judíos, romaníes (gitanos), homosexuales, testigos de Jehová y los alemanes considerados genéticamente inferiores y peligrosos para la “salud nacional” (personas con enfermedades mentales y discapacidades físicas o intelectuales, epilépticos, personas sordas o ciegas congénitamente, alcohólicos crónicos, drogadictos y otros).
Identificación, aislamiento y exclusión
La propaganda también sentó la base para el anuncio de importantes estatutos antisemitas en Nuremberg el 15 de septiembre de 1935. Los decretos se establecieron tras una ola de violencia antisemita perpetrada por radicales impacientes del Partido Nazi. La Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes prohibía el matrimonio y las relaciones sexuales extramatrimoniales entre judíos y personas de “sangre alemana” o “sangre relacionada”, y la Ley de Ciudadanía del Reich definía a los judíos como “sujetos” del Estado, una categoría de segunda clase.
Las leyes afectaban a unos 450 mil “judíos completos” (definidos como los judíos que tenían cuatro abuelos judíos y pertenecían a la religión judía), y a otros 250 mil (que incluía a los judíos conversos y los Mischlinge, los que tenían algún parentesco judío), que en total sumaban un poco más del uno por ciento de la población alemana. Varios meses antes del anuncio de las “Leyes de Nuremberg”, la prensa del Partido Nazi incitó enérgicamente a los alemanes a luchar contra la contaminación racial, y uno de los temas principales fue la presencia de los judíos en las piscinas públicas.
Control de las instituciones culturales
A través del control que ejercía la Cámara de Cultura del Reich sobre las instituciones culturales como los museos, los nazis generaron nuevas oportunidades para difundir la propaganda antisemita. Lo más notable fue una exposición llamada “El Judío Eterno”, que atrajo a 412.300 visitantes, más de cinco mil por día, en el Deutsches Museum de Munich entre noviembre de 1937 y enero de 1938. La exposición estuvo acompañada de interpretaciones especiales del Teatro Estatal de Bavaria, en las que se repetían los temas antisemitas que se presentaban en la exposición. Los nazis también asociaban a los judíos con el “arte degenerado”, tema de una exposición complementaria en Munich a la que asistieron dos millones de personas.
Una de las secuencias más tristemente célebres de la filmación compara a los judíos con ratas que transmiten infecciones, inundan el continente y devoran valiosos recursos. Der ewige Jude es una filmación particular no solo por las caracterizaciones viles y groseras que se acentúan con la truculenta secuencia del ritual de un carnicero judío matando una res, sino también por su excesivo énfasis en la naturaleza extranjera de los judíos de Europa Oriental. En una de las secuencias de la filmación se muestran estereotipos de judíos polacos con barba transformados en judíos afeitados con un 'aspecto occidental'. Estas escenas de “desenmascaramiento” tenían por objeto mostrar a la audiencia alemana que no había diferencias entre los judíos que vivían en los ghettos de Europa Oriental y los que habitaban los vecindarios alemanes.
Der ewige Jude termina con el infame discurso de Hitler ante el Reichstag el 30 de enero de 1939: “Si la comunidad financiera judía internacional dentro y fuera de Europa lograse conducir a las naciones una vez más a una guerra mundial, el resultado no sería la …victoria del pueblo judío, sino la aniquilación de la raza judía en Europa”. El discurso pareció anunciar una radicalización de la solución del “Problema Judío” en la “Solución Final” por venir, y fue un presagio de los asesinatos en masa.
Venta del genocidio
Si bien la mayoría de los alemanes no estaba de acuerdo con la violencia antisemita, la aversión por los judíos, fácil de despertar en tiempos difíciles, se extendió más allá de los leales al Partido Nazi. La mayoría de los alemanes aceptaba, al menos pasivamente, la discriminación contra los judíos. Un informe clandestino preparado en enero de 1936 por un observador de los líderes del Partido Socialdemócrata Alemán en el exilio señalaba: “La sensación de que los judíos pertenecen a otra raza hoy se ha generalizado”.
Durante el tiempo que precedió a las nuevas medidas contra los judíos, las campañas de propaganda crearon una atmósfera tolerante de la violencia contra los judíos o explotaron la violencia -tanto calculada como espontánea- que se generaba para alentar la pasividad y la aceptación de las leyes y los decretos antisemitas como un medio para restaurar el orden público. La propaganda que demonizaba a los judíos también sirvió para preparar a la población alemana, en el contexto de una emergencia nacional, para medidas más duras, como las deportaciones en masa y, finalmente, el genocidio.
Propaganda nazi en la Polonia ocupada
El régimen nazi no limitó solo a Alemania la distribución de propaganda que relacionaba a los judíos con alimañas o enfermedades. En la Polonia ocupada, la propaganda nazi reforzó la política de confinar a los judíos en ghettos describiéndolos como una amenaza a la salud que requería cuarentena. Al mismo tiempo, los alemanes encargados de elaborar las políticas creaban una profecía autocumplida al limitar severamente el acceso de los residentes de los ghettos a alimentos, agua y medicamentos. Las películas educativas alemanas que se les mostraban a los niños en las escuelas de Polonia identificaban a los judíos como portadores de piojos y tifus. El gobernador del distrito de Varsovia, Ludwig Fischer, comunicó la distribución de “tres mil letreros de gran tamaño, siete mil letreros pequeños y 500 mil panfletos” para informar a la población polaca sobre la amenaza a la salud que representaban los judíos que vivían en los ghettos. Sin duda, esta información alarmista impidió la ayuda pública a los judíos de los ghettos de la Polonia ocupada por los alemanes.

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